Aunque la ficción ha especulado mucho con la fusión entre cerebro humano y máquina, todo parece indicar que aún estamos bastante lejos de que esto suceda. Pero eso no quiere decir que no se estén dando los primeros pasos hacia ello, pues hay mucho interés en descubrir si es posible conseguirlo. Uno de esos pasos más recientes lo ha dado Elon Musk, del que se supo recientemente que se ha involucrado activamente en la startup neurocientífica Neuralink, con sede en California.

Según informaron desde el Wall Street Journal, Musk tendrá un «papel activo» en Neuralink. El objetivo de esta compañía es explorar la tecnología necesaria para hacer conexiones directas entre un cerebro humano y una computadora. Su aspiración es crear computadoras craneales para tratar enfermedades y, eventualmente, construir híbridos entre humanos y máquinas.

Registrada como una compañía de investigación médica, diversas informaciones han señalado que Neuralink ha estado realizando contrataciones de alto perfil académico en el campo de la neurociencia. Concretamente, se ha mencionado en esas informaciones al Dr. Venessa Tolosa, experto en electrodos flexibles y nanotecnología; al profesor Philip Sabes, proveniente de la Universidad de California y que también participó en la conferencia de inteligencia artificial organizada por Musk el verano pasado; y al profesor de la Universidad de Boston Timothy Gardner, estudioso de los caminos neuronales en el cerebro de pájaros.

Al parecer, la empresa seguirá planes similares a los que se han desplegado en Tesla o en Space X. En un principio, el objetivo sería presentar un prototipo funcional que pruebe que la tecnología es tanto segura como viable antes de meterse de lleno en la meta más ambiciosa de incrementar el desempeño de la raza humana computadora mediante. En este caso concreto, estaríamos hablando de prototipos de implantes cerebrales capaces de tratar enfermedades como la epilepsia, el Parkinson o la depresión.

Ante objetivos de este tipo, una de las preguntas que surgen es, dejando al margen si es posible o no, cuánto tiempo les tomará conseguirlo. Aunque dar con una respuesta es difícil, recordemos que el mismo Musk le dijo a Vanity Fair que, bajo su punto de vista, la tecnología necesaria para una «interfaz parcialmente cerebral significativa» está tan solo «a unos cuatro o cinco años de distancia». De tener razón, estaríamos viendo los primeros avances serios allá por la década de 2020.

Es sabido el interés que tiene Elon Musk por la inteligencia artificial, yendo más allá de las aplicaciones prácticas que ya están en marcha hoy en día. De hecho, recordemos que, según su punto de vista, los problemas que podría acarrear una IA muy avanzada se podrían solucionar si contásemos con la capacidad de conectarla a un ser humano. Además, en la conferencia mencionada antes, dejó caer la idea de que para que los humanos continuemos siendo competitivos a medida que nuestra tecnología se hace cada vez más inteligente, será necesaria una integración de este tipo.

Que una persona como Musk vaya más allá de las palabras y se involucre, como suele ser común en él, de manera activa en algo de este tipo resulta prometedor. Ya no se trata solo de que Musk sea un empresario que está haciendo avances importantes en diferentes tecnologías, sino que su presencia estimulará también este campo científico y acelerará logros que, a lo mejor, hubiesen tomado más tiempo de no estar él presente.