¿Qué pasará en Ecuador con Facebook tras el escándalo de Cambridge Analytics?

Lo ocurrido con Facebook y Cambridge Analytica ha hecho correr ríos de tinta, tanto real como virtual. Se han aportado múltiples y valiosos puntos de vista y nosotros no hemos podido resistirnos a poner nuestro granito de arena.

Sin embargo, en lugar de tratar de abarcar la totalidad de lo sucedido, hemos querido reflexionar en torno a 3 puntos muy concretos para complementar los diferentes discursos: la arrogancia de Facebook, el impacto de lo sucedido en América Latina y Ecuador, y el monopolio en la práctica que ejerce la compañía sobre el sector de las redes sociales.

Siembra vientos y recogerás tempestades

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Facebook lleva prácticamente toda su existencia recibiendo críticas, pero estas han arreciado en los últimos tiempos. La razón: las noticias falsas, que habrían sido un factor determinante a la hora de dar la presidencia a Donald Trump y que Reino Unido decidiese salir de la Unión Europea.

Lo ocurrido con Cambridge Analytica es grave. No tanto por si esos datos fueron o no determinantes para aupar a Donald Trump a la presidencia (que también), sino por la actitud con la que Facebook ha manejado todo el asunto desde que se produjo. Es decir, que principalmente es culpable de negligencia a la hora de gestionar los datos de sus usuarios. O sea: nuestros datos.

No es nuestra intención minimizar este hecho, pero sí hay que señalar que la cobertura de los medios no ha tenido precedentes en lo que se refiere a tecnología. Como muestra, un botón: una búsqueda en Google News de los términos «Facebook Cambridge Analytica» nos devuelve 2 millones 300 resultados. Para hacernos una idea, el buscador general nos devuelve 2 millones 540 mil resultados para esos términos, mientras que para «WannaCry», el ransomware que también fue noticia en todo el mundo hace casi un año, tiempo para el que se deberían haber acumulado más artículos, obtenemos 2 millones 180 mil resultados.

Está claro que aquí había algo más: sed de sangre. Justificada.

Si bien Facebook hacía tiempo que venía presionando para que las páginas pagasen más por publicidad, el último cambio del algoritmo sentaron especialmente mal entre los medios de comunicación. De ahí que estos encontrasen en esta noticia una manera de cobrarse la actitud y ventajista que se percibe por parte de la compañía. Cuidado, que no estoy diciendo con esto que se haya tratado de una operación organizada de descrédito. No creo en conspiraciones. Más bien ha sido una reacción natural a la arrogancia exhibida por la compañía a la hora de relacionarse con los medios.

Igualmente, también ha sido una reacción natural la de la campaña #DeleteFacebook. Y es que parece percibirse a la red social como un gigante soberbio y altanero que hace y deshace a su antojo. Es esta una imagen de la que Zuckerberg y compañía parecieran no ser conscientes o que les importase poco. Y ahora, ese desentendimiento les ha pasado factura.

Facebook no es una compañía querida. Sí, tiene su grupo de seguidores, de «fans» reales, como todo. Y es cierto que la mayoría de usuarios son simplemente indiferentes hacia ella: usan la herramienta porque es lo que hay. Pero el número de detractores parece ir creciendo, en especial por la actitud de la empresa en lo relacionado con la privacidad de nuestros datos.

Facebook siempre ha actuado en el tema de la privacidad a base de golpes. Nunca ha sido una empresa proactiva en este tema, solo reactiva: tenía que aparecer un escándalo o una crisis para que tomasen las medidas necesarias para mejorar las opciones de privacidad de los usuarios.

La filosofía de Mark Zuckerberg parece haber sido siempre la de «mejor pedir perdón que pedir permiso», apagando fuegos a medida que aparecían pero sin tomar medidas para prevenir los incendios. Y si bien esto puede ser una filosofía aceptable (o por lo menos entendible) para una startup, hace ya mucho tiempo que Facebook dejó ser una.

Sí, es cierto que manejar estos temas es complicado y que a veces solo cabe reaccionar ante lo que aparece. Pero ¿por qué siempre da la impresión de que Facebook podría haber hecho más de lo hizo antes de que hubiese pasado lo que  pasó, sea lo que fuese esto?

Da la impresión de que la percepción de Facebook como un «mal necesario» estuviese creciendo. De que si la gente está ahí no es por el valor de la plataforma en sí misma, sino porque es el sitio donde hay que estar, igual que la plaza del pueblo es el sitio donde podrás encontrar, en un momento u otro, a todos los vecinos. Y esta desafección, esta falta de fidelidad de los usuarios, que no están ahí por los méritos de la plataforma, es una vulnerabilidad de la red social que deberían empezar a solucionar. Si no lo hacen, quizá este escándalo de Cambridge Analytica sea la primera piedra que pavimente el camino a su desaparición.

Un impacto marginal en nuestra región

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Pero no seamos ingenuos. Nadie va a dejar de usar Facebook por todo lo ocurrido. Quizá un pequeño grupo de usuarios, que ya estaban convencidos de hacerlo de antemano y que solo necesitaban un pequeño empujón para hacerlo. La gran mayoría no lo hará. Menos en América Latina. Y aún menos en Ecuador.

Centrémonos en nuestro país: aquí, Facebook tardó bastante en adoptarse. Pero cuando consiguió entrar, arrasó y logró que gran parte de la población cuente con un perfil en la red social. La gente se ha acostumbrado a usarlo y para muchos se ha convertido en sinónimo de Internet, igual que lo fue el Internet Explorer en su momento (los que vivieron esa época saben a lo que me refiero).

Desconozco hasta qué punto esto es extrapolable a otros países de América Latina, pero no sería sorprendente que la situación allá fuera la misma.

Pero, aparte de la utilidad que tiene para muchos la plataforma, hay otro factor más determinante quizá: la falta de concientización acerca de la importancia de nuestros datos.

Así es. A la mayoría de la gente no les preocupa lo que ocurra con sus datos, con la información que se recopila acerca de ellos. De hecho, ni siquiera les preocupa mínimamente que la recopilen. Solo hay que echar un vistazo a nuestro muro para ver la ligereza con que la gente hace esos tests capaces de decirte a qué actor o actriz te pareces o cómo será tu futuro en base a lo que publicas. Es decir: cuestionarios parecidos, aunque más tramposos y peligrosos, a aquel que fue el origen de los datos que llegaron a manos de Cambridge Analytica.

La falta de concientización proviene desde luego del desconocimiento, pero hechos como el ocurrido tienen su cara positiva: quizá ahora se entienda que darle a ese test acceso a todos tu datos a cambio de saber qué mueble del siglo XIX serías no es una buena idea. Y que a cambio de esa publicación que sirve para echarte unas risas durante unos segundos, le estás haciendo ganar a una empresa mucho más de lo que ella te aporta a ti.

Pero al margen de esto, el problema real es que no se es consciente de que en algún momento, si es que no ha sucedido ya, las tácticas de manipulación empleadas por Cambridge Analytica pueden ser aplicadas también en nuestro país. Al fin y al cabo, ya se han aplicado en otras naciones que no eran del primer mundo. No, no se trata solo de un «problema de gringos»: lo que se ha hecho allí, puede replicarse aquí.

Por lo tanto, y en base a todo esto, es fácil predecir el poco impacto que va a tener lo sucedido en Ecuador y quizá en América Latina. Pero, por lo menos, ojalá sirva para que cada vez más gente revise su configuración de privacidad con más detenimiento. Y sobre todo, que dejen de rellenar esos tests absurdos. Si quieres entretenerte un rato, pásate por Reddit, que allí lo harás en abundancia.

Si dejas Facebook, ¿a dónde vas?

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Por último, examinemos un poco la situación global. Pongámonos en el caso de que la campaña #DeleteFacebook tiene éxito. Nos hemos acostumbrado a que las redes sociales sean parte de nuestra vida, por lo que sería previsible que todos los usuarios, o gran parte de ellos, que borrasen sus cuentas no se resignarían a permanecer aislados de las redes en general, sino que buscarán recalar en otro sitio. ¿Y cuál sería ese? Pues como están las cosas hoy en día, muy posiblemente sería Instagram.

E Instagram es propiedad de Facebook. Como reza el refrán, «lo comido por lo servido»: seguimos en las garras de la misma persona, Mark Zuckerberg.

OK, muy bien. Vayamos un poco más lejos. Digamos que los usuarios deciden prescindir por completo de las redes sociales. Pero lo que sí seguirán haciendo es comunicarse con sus conocidos y amistades por medio de mensajería electrónica. ¿Y cuál es la aplicación más popular, la que todo el mundo usa, esa por la que, sabiendo un número telefónico puedes enviar un mensaje por ella con la práctica seguridad de que va a llegar a destino? Whatsapp. ¿Y de quién es propiedad? Sí, también de Facebook.

Aquí lo grave no reside en las malas prácticas de Facebook como servicio, sino en las malas prácticas con los datos de Facebook como empresa. Es cierto que tanto Instagram como Whatsapp no tienen el mismo volumen de datos ni las mismas prácticas que el principal servicio de su empresa madre, pero lo que cabe preguntarse es si, en el caso de que la red social se viniese abajo, no empezarían a seguirlas.

No nos referimos solamente a cosas como una cierta laxitud (corregida con el tiempo, es cierto) con las opciones de privacidad, sino a otras como la captura indiscriminada de datos e incluso la creación de «perfiles sombra» de los usuarios que no están registrados en la red social.

Facebook no es una empresa de fiar. Así lo ha demostrado y lo sigue demostrando. Y actualmente, mantiene un monopolio de facto en lo referente a lo social en el entorno digital. No es esta una situación fácil de revertir, pero ser consciente de que las cosas son así es precisamente el primer paso para cambiarlas. Por muy difícil que sea.