El negocio del streaming es inmensamente complicado, incluso para Spotify

Algo en lo que está casi todo el mundo de acuerdo es en que los servicios de música en streaming consiguieron reducir enormemente los índices de piratería. Sin embargo, se trata de un negocio difícil de mantener y sacar adelante pues, a pesar del gran número de usuarios con que cuentan los principales servicios, gran parte del dinero obtenido van a las grandes compañías discográficas.

Así se desprende de los datos presentados por Spotify de cara a su salida a bolsa y que pueden ser tomados como referencia para ejemplificar las dificultades que tiene que enfrentar el sector. Porque si Spotify tiene estos problemas y es el líder en su campo, podemos imaginar que los de otros servicios similares son iguales o mayores.

Unos datos positivos

buenos-numeros

En la actualidad, Spotify cuenta con 159 millones de usuarios activos mensuales en todo el mundo. De ellos, 71 millones son usuarios de pago, un número que es aproximadamente el doble de su más inmediato competidor, Apple Music.

En lo que se refiere a crecimiento, Spotify subió en un 29% el número de usuarios activos el año pasado. Cabe aclarar que en esta cifra se incluyen tanto usuarios gratuitos como de pago. Pero si miramos solamente a estos últimos, la cantidad también es impresionante, pues en 2017 crecieron en un 46%. Crecer de esta forma ha llevado a que se mejoren los resultados financieros, con un incremento en ventas de un 39%.

Con todos estos números en la mano, resulta contraintuitivo pensar que Spotify le va mal. O por lo menos, que no le va tan bien como podría irle. Pero es así. Y como hemos dicho, en parte es debido a las discográficas.

Se gana, pero poco

poco-dinero

Spotify entrega casi todos sus ingresos a los sellos discográficos. Gracias a ser un actor importante dentro del mundo del streaming, consiguieron renegociar los contratos con las principales disqueras el año pasado, logrando retener una mayor parte del dinero que recibe de los suscriptores y anunciantes.

Pero, a pesar de ello, todavía tiene que pagar unas enormes regalías a las grandes discográficas. Y tras pagar esos honorarios y algunos otros costos que están directamente relacionados con la prestación de su servicio de streaming, la empresa se queda con tan solo 21 centavos de cada dólar que ingresa. Y estos centavos no son un beneficio directo: de ellos salen la publicidad del propio servicio y la investigación y desarrollo, algo imprescindible para mantenerse en pie en un mundo tan competitivo.

Según desglosan las cifras en Business Insider, Spotify generó alrededor de 84 centavos en efectivo por cada usuario activo mensual que tuvo el año pasado, lo cual es más que los 72 centavos del 2016. Ahora bien, las suscripciones de $10 mensuales y los anuncios que aparecen en la versión gratuita, se llevaron apenas $1 dólar por usuario… por todo el año.

Un entorno complicado

entorno-complicado

Como vemos, Spotify no es precisamente una máquina de hacer dinero. ¿Cómo conseguir que lo sea? Esa es la pregunta que se están haciendo en la compañía, pero tienen poco margen de maniobra.

Empecemos por el lado de la competencia, que es feroz. A su lado tiene a gigantes como Apple, Amazon y Google. Para los tres, el streaming es tan solo una parte más de su negocio. En el caso de Google, no está muy claro lo que le aporta, pero a Apple, su servicio le ayuda a vender más iPhones y a Amazon, a hacer más atractivo su servicio de suscripción, Prime.

Es decir, que es un añadido a su actividad principal, no como en el caso de Spotify. Esas compañías pueden permitirse el lujo de dirigir su negocio musical a un punto de equilibrio o incluso operar con pérdidas, porque el dinero viene por otra parte. Spotify no. Debe ser rentable porque lo que ofrece es lo que vende. Y eso condiciona enormemente los pasos a dar para enfrentarse a esos gigantes.

Uno de esos pasos podría ser centrarse en la producción de contenido original, a lo Netflix. Al fin y al cabo, este ha sido uno de los factores que ha hecho que el servicio de vídeo bajo demanda esté triunfando como lo está haciendo. Sin embargo, la música no es lo mismo que el vídeo.

En Netflix, el aumento de catálogo exclusivo compensa, y a veces enormemente, ausencias clamorosas que solo pueden verse en la competencia. ¿Que no hay esta serie o esta película? Pues no hay problema, ves esta otra. En algún momento conseguirás ver esa que quieres. Además, las ves (por lo general) una sola vez. Una vez vistas, no importa mucho si las eliminan (en la mayoría de los casos, insisto).

El caso de la música es diferente. Al contratar un servicio de streaming, todo usuario espera un acceso universal a toda la música que ha sido y, a veces, que será. Porque, además, el consumo de música no es una sola vez, sino que es repetitivo. No quieres tener acceso a un disco o a la obra de un grupo durante un tiempo, quieres tenerlo permanentemente (siempre que pagues, claro). Y la música no es tan fácilmente «sustituible» como lo es el vídeo. En el caso del vídeo, puedes decir «quiero ver una película de acción» y, en vez de ver una, ves otra. En la música, no dices «quiero escuchar grunge»; dices «quiero escuchar este grupo». Y si no lo hay, te frustras.

Por lo tanto, la creación de contenido original no le sirve a Spotify de la misma forma que ha hecho a Netflix. Podría complementar, pero poco más.

¿Cuál es la solución? Pues a menos que a algún genio de los negocios se le ocurra una alternativa, todo se reduce a sobrevivir. Generar ganancias, sí, pero solo las suficientes como para mantenerse en el mercado y evolucionar para seguir por delante de la competencia. Y, por ahora, conformarse con eso.

Dada esta realidad, queda por ver cómo le va a la compañía con su salida a bolsa. Porque no está nada claro que los inversionistas quieran apostar por un producto con una rentabilidad tan difícil. Sin embargo, ojalá puedan seguir adelante aunque sea quedándose solo a flote: sería una lástima perder a un actor independiente como es Spotify y que la música quedase en manos de esas grandes tecnológicas que ya están acaparando tanto el mercado. Quizá demasiado.