Es agradecida por trabajar para Steve Jobs a pesar de que la echó 5 veces

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Trabajar con una persona temperamental es complicado, por decirlo suavemente. Para muchos, tener un jefe ridículamente exigente es una prueba difícil de superar, a veces imposible. Andy Cunningham pasó por esa prueba: su jefe fue Steve Jobs. Y trabajó para él no una, sino cinco veces.

La experiencia no fue sencilla, sino directamente lo contrario. Trabajar con Jobs, como han declarado también otras personas, era muy duro. Como explica Cunningham, «Se enfadaba con todos los que trabajaban con él. Era muy impaciente. Tenía una visión de lo que se suponía que debías estar logrando y, si no lo hacías lo suficientemente rápido o suficientemente bien, definitivamente se enojaba».

Cunningham dirige actualmente una empresa de consultoría de marketing llamada «Cunningham Collective» y fue parte del equipo que lanzó el Macintosh original. Jobs fue una de las primeras personas para las que trabajó y quizá fue eso lo que hizo que la relación que estableció con él fuese especial. Al menos, lo suficientemente especial como para soportar la experiencia y sacar jugo de ella. Según dice «ahora soy mucho mejor en lo que hago de lo que hubiera sido sin él».

Según cuenta, la primera vez que Jobs la despidió «fue probablemente la más traumática porque pensé que sería la última vez que trabajaría con él». Jobs le llamó a una oficina y allí estaba esperándola junto con su director financiero. Entonces, él la dijo: «Voy a cortar mi contrato con ustedes. Creo que el trabajo que estás haciendo es terrible y vamos a pararlo ahora mismo, así que eso es todo, estás despedida»,

Sin embargo, las cosas no eran tan sencillas como el cofundador de Apple pensaba, ya que había plata de por medio. Cunningham dice que, aunque no lloró, estuvo a punto de hacerlo. Como era mucho más joven, no sabía qué hacer, así que encaró la situación de frente: «Bueno, sabes que me debes 35 mil dólares…». Pero Jobs la interrumpió: «No voy a pagarte eso porque tu trabajo no valía la pena».

Sorprendida, Cunningham abandonó la habitación y llamó a su mentor, un hombre llamado Regis McKenna. Este le recomendó que usase la baza de sus relaciones con la prensa de negocios. Y eso es lo que hizo ella, pero desde un enfoque particular y, posiblemente, diferente al que muchos otros hubiesen empleado.

Como era amiga del director financiero, este le consiguió una nueva reunión con Jobs. Por lo que dice, el mismo hecho de que él asistiese fue algo increíble. En ella, afrontó el tema en cuestión con la misma frontalidad que antes: «Steve, me debes 35.000 dólares. Necesito ese dinero. Tengo una nueva compañía. Necesito hacer la nómina y quiero que me des un cheque por lo que me debes».

Jobs se negó y, al insistir ella, preguntó por la razón por la que debía pagarle. La respuesta de Cunningham fue «Bueno, para que lo sepas, Steve, recibo unas 30 o 40 llamadas a la semana de la prensa de negocios con la que nos hemos relacionado en los últimos dos años preguntándome qué tipo de persona eres tú en el trabajo y hasta ahora les digo cosas muy bonitas».

¿Se sintió Jobs halagado por eso? Nunca lo sabremos. Pero, al menos, lo que sí parece seguro es que entonces fue cuando puso en verdadero valor el trabajo de Cunningham, pues inmediatamente le hizo un cheque y luego la contrató de nuevo.

Steve Jobs no era una persona fácil con la que trabajar. Eso lo ha dicho más de uno. De hecho, la misma Cunningham cuenta que «Tiraba cosas a la gente, nada pesado, pero tiraba fajos de papel a la gente, maldecía a la gente, criticaba su ropa. Hizo todas esas cosas». Algunos, no aguantaron (por otra parte, nadie tiene por qué aguantar esos comportamientos). Sin embargo, otros fueron capaces de resistir y, a su juicio, fue beneficioso: «Lo que provocó en ciertas personas fue trabajar aún más duro y tratar de ser aún mejores». Eso sí, no olvidemos algo: «a algunas personas los destruyó».