La luz solar y el agua de mar son dos recursos con los que contamos en abundancia en el planeta, sobre todo en ciertas zonas. Y son también los dos recursos principales de los que han echado mano en la granja Sundrop para producir 15 mil toneladas de tomates, marcando así el rumbo de un nuevo modelo de cultivo que podría ser determinante en los próximos años.

Sundrop hace uso de un innovador sistema de agricultura, el primero de su clase en el mundo, que no utiliza pesticidas ni recurre a corrientes subterráneas de agua, sino que se sustenta por medio de energía solar y agua de mar desalinizada. El proyecto ha tomado 6 años en afinarse, partiendo de un invernadero piloto que se construyó en 2010 teniendo detrás a un equipo científico internacional. En 2014, comenzó la construcción de la planta de escala comercial que por fin ha sido inaugurada a principios de octubre.

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La granja, o mejor dicho el invernadero, está situado en la árida región de Port Augusta, en el sur de Australia, y ocupa 20 hectáreas. El agua marina proveniente del golfo de Spencer es llevada a lo largo de 5 kilómetros y medio a través de tuberías hasta la planta de desalinización que funciona por energía solar. Allí, una vez procesada, el agua fresca es irrigada a 180 mil plantas de tomate.

La energía necesaria para hacer funcionar la planta de desalinización y mantener estable la temperatura del invernadero proviene de una torre de 150 metros hacia la que apuntan 23 mil espejos que reflejan la luz solar, produciendo así en un día soleado hasta 39 megavatios de energía, los cuales son suficientes para cubrir todas las necesidades.

El problema de la sequedad del ambiente ha sido solucionado mediante el uso de cartones empapados en agua marina, lo cual permite que las plantas se mantengan frescas. Y no solo eso, sino que también evita el uso de pesticidas pues el agua de mar limpia y esteriliza el aire.

No es barato pero vale la pena

La infraestructura de este invernadero no ha sido barata. Su coste se eleva a 200 millones de dólares, un precio considerablemente mayor al de un invernadero convencional. Sin embargo, según el CEO de Sundrop Farms, Philipp Saumweber, se trata de un coste que se recupera a largo plazo pues los invernaderos convencionales son más caros de mantener debido al uso que hacen de combustibles fósiles.

Ahora que esta granja Sundrop está operativa, vendiendo su producción en los mercados locales, la empresa planea instalar invernaderos similares en Portugal y Estados Unidos, además de otro adicional también en Australia.

El proyecto no ha estado exento de cuestionamientos, como el que hace Paul Kristiansen, de la Universidad de New England, en Australia, que se pregunta por la necesidad que hay de hacer un cultivo de gran consumo energético cuando se pueden cultivar tomates en otras zonas del país más adecuadas.

Pero aunque este cuestionamiento sea válido sobre todo a corto y mediano plazo, tanto este invernadero como otros similares es necesario apreciarlos como una inversión a largo plazo que permitirá refinar la tecnología de cara a perfeccionar los procedimientos agrícolas en zonas desérticas, algo que podría resultar muy importante en función de la evolución del cambio climático.