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Debemos acostumbrarnos: durante los próximos 4 años, está garantizado que vamos a ir viendo todo tipo de afirmaciones acerca del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que van a ir seguidas por desmentidos ya no desde la Casa Blanca, sino del mismísimo Trump. Y posiblemente, realizándolos por medio de Twitter.

Que Trump no se lleva bien con los medios de comunicación se vio corroborado una vez más durante la primera rueda de prensa que hizo desde que ganó las elecciones. Pero ya antes tuvo otro roce más, que traemos aquí por la relación que tiene con el mundo de la tecnología y con un tema del que hemos hablado antes: los correos del partido demócrata.

Todo comenzó, como no, a raíz de unos tuits publicados por el presidente electo en los que daba credibilidad a las declaraciones que hizo Julian Assange en una entrevista con Fox News. En dichas declaraciones, Assange afirmaba que Rusia no había sido la fuente de los correos del partido demócrata que aparecieron en Wikileaks y que los medios de comunicación norteamericanos habían sido deshonestos al apuntar a ese país, siendo esto último también apoyado por Trump.

Estos fueron los tuits:

Y aquí están las declaraciones de Assange:

Pero para entender bien la polémica, hay que tener un poco de contexto. Este apoyo a las declaraciones de Assange viene precedido de varias semanas en las que Trump se ha mostrado escéptico respecto a la inteligencia estadounidense, llegando incluso a ridiculizar a estos funcionarios por retrasar una semana la información oficial acerca del hackeo y acusándolos de que lo hacían para fortalecer un caso que en realidad era endeble.

El enfrentamiento de Trump con las agencias de inteligencia no se remite solamente al caso específico del hackeo de los correos. Por ejemplo, ha despreciado los informes diarios que la CIA envía al presidente negándose a aceptarlos porque, según él, no los necesita ya que es «una persona inteligente»: «No me tienen que decir la misma cosa y las mismas palabras todos los días durante los próximos ocho años».

Además, ya había cuestionado la competencia de la inteligencia norteamericana antes de ser elegido. Cuando el FBI desestimó que Hillary Clinton hubiese cometido delito alguno en el caso de su uso de un servidor de correo electrónico privado, Trump cuestionó que la agencia hubiese verificado tantos correos en tan corto periodo de tiempo.

Como es de suponer, su actitud de ataque constante a los servicios de inteligencia le ha valido a Trump muchas y acerbas críticas por parte de sus opositores políticos, entre los cuales también quizá habría que meter a los medios de comunicación. Y al final, lo de Assange ha sido la proverbial gota que vino a derramar el vaso; un vaso que, por otra parte, seguramente vaya a seguir rebosando durante estos próximos cuatro años.

Contradicciones incluso después de ganar

Trump fue acusado durante su campaña de decir una cosa y su contraria en más de una ocasión. Y una vez que ha ganado, parece que continúa en la misma tónica, lo cual puede resultar más alarmante pues es posible interpretarlo como una señal de la errática política a la que podría exponer al país del norte.

Tras haber dicho lo que dijo en Twitter sobre Assange, tras los cuestionamientos constantes hacia los servicios de inteligencia, y tras recibir ataques por todas estas declaraciones, Trump reaccionó como parece que está acostumbrado a hacerlo: diciendo que todo era mentira, que eran acusaciones falsas y que él en realidad valora mucho a la Inteligencia de su país:

¿A quién creer? Y la pregunta no plantea la disyuntiva entre los medios y Trump, no. La disyuntiva es si se debe creer a Trump o a Trump. Dramático.

Un riesgo a tomarse en cuenta

Estados Unidos tiene una tradición democrática con una gran fortaleza. A pesar de que, como en todas partes, hay irregularidades de cuando en cuando, lo cierto es que los procesos, las instituciones y la jerarquía son fuertemente respetados. Sin embargo, ante la presencia de alguien como Trump a la cabeza del país, uno no puede evitar preguntarse si estaremos observando los primeros pasos que lleven hacia un resquebrajamiento de la institucionalidad en EE.UU.

Sí, puede sonar exagerado, pero la actitud infantil del presidente electo hace temer que los peores y más alarmistas presagios se hagan realidad. Recordemos que todo empieza siempre tan solo por pequeñas cosas que, poco a poco, se van agrandando. Por ahora, solo podemos esperar y desear que solo se traten de pequeñas pataletas de una estrella mediática a la que se le ha subido el poder en la cabeza y que, una vez que esté en el despacho oval, asuma posiciones más serias. O se las hagan asumir al menos.