¿Se puede confiar en Facebook cuando no deja de patentar formas de espiarnos?

Facebook no es una empresa fiable, al menos para sus usuarios. El escándalo de Cambridge Analytica se puede interpretar como la cumbre de una desconfianza que ha ido acumulando entre usuarios y medios a lo largo de los años. Tras él, el mismísimo Mark Zuckerberg hizo propósito de enmienda… como hizo cada vez que hubo controversias con la privacidad dentro de su plataforma en el pasado.

Facebook es como el niño travieso prototípico de muchos cómics del siglo pasado, que pide disculpas y promete no repetirlo cuando le pillan haciendo una trastada, pero que tampoco deja de hacerlas. En un cómic puede ser divertido. En la vida real, no.

Supongo que después de haber leído estas líneas, te estarás preguntando qué ha hecho Facebook en esta ocasión. Pero antes de entrar en ello, conviene echar un vistazo algunas noticias surgidas tras el escándalo de Cambridge Analytica:

Digo todo esto para crear un poco más de contexto en torno a lo que veremos a continuación. ¿Ya se ha creado? Pues vamos al grano.

Resulta que a Sahil Chinoy, editor gráfico del The New York Times, le dio por revisar no hace mucho los cientos de solicitudes de patentes que ha hecho Facebook. Y este buen señor ha encontrado algunas que ha considerado como «espeluznantes». Como por ejemplo, las siguientes:

  • Una patente para usar la cámara frontal de nuestro dispositivo para leer nuestras expresiones faciales y determinar cómo te sientes acerca de lo que están viendo en la pantalla.
  • Otra para usar el micrófono del teléfono a escuchar a escondidas y así determinar qué programas de televisión estamos viendo y si silenciamos los anuncios cuando estos aparecen. También usaría las señales eléctricas emitidas por el televisor para identificar programas.
  • Otra para hacer seguimiento de nuestra rutina semanal. También podría usar la geolocalización de nuestro teléfono en mitad de la noche para determinar donde vivimos (o al menos donde dormimos).
  • Y otra que quizá asusta todavía más, como si lo leído hasta ahora no fuera poco: una patente que indica un método para usar los mensajes y las transacciones de nuestra tarjeta de crédito para predecir los eventos más importantes de nuestra vida, como un matrimonio, la graduación, un nacimiento en la familia y hasta la muerte. Y es que los anunciantes valoran especialmente saber cuándo pueden ocurrir estos eventos en breve.

Más contexto sobre las patentes

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A ver: todo esto son patentes. Y en muchas ocasiones, las compañías patentan un concepto tratando de anticiparse a posibles demandas de otra empresa que use una tecnología similar o para precisamente demandar ellas cuando sea necesario o apropiado hacerlo. Empresas como Apple o Google tienen muchísimas patentes y, aunque solicitar una no sea una tarea ni fácil ni rápida, y sea algo que conlleva decenas de miles de dólares en abogados, también es una práctica común.

Visto de esta forma, no es para armar un gran escándalo. Seguro que precisamente las dos citadas antes, Google y Apple, tienen también su propio repertorio «espeluznante». Pero si metemos de por medio el nombre «Facebook», la cosa toma otro cariz.

Hablamos de una empresa reactiva, nunca proactiva, respecto a la privacidad de los usuarios y que solo ha ido mejorándola a base de escándalos y quejas. Que solo admite errores cuando es pillada cometiéndolos. Y que el término «propósito de enmienda» solo sirve para asegurar que, dentro de poco, aparecerá una nueva noticia desvelando una nueva metedura de pata.

Facebook mantiene un comportamiento negligente con sus usuarios. Antepone sus beneficios frente a ellos, a pesar de que son ellos los que le dan el dinero (si no tuviese esa audiencia para sus anunciantes, ya me dirás qué podrían vender). Y ante la revelación de estas patentes, ¿qué ha dicho esta maravillosa empresa? Pues que «La mayor parte de la tecnología descrita en estas patentes no ha sido incluida en ninguno de nuestros productos y nunca lo será». Palabras de Allen Lo, jefe de propiedad intelectual de Facebook al New York Times.

¿Debemos creerle después de la práctica habitual de la red social de pedir perdón en lugar de pedir permiso? ¿Tras antecedentes como que Zuckerberg admitiese ante el Congreso que la compañía recopila «perfiles sombra» de usuarios que no tienen cuenta en Facebook? Y esto, después de insistirle. Porque lo de los «perfiles sombra» es algo que se venía diciendo en los medios desde hace tiempo y la empresa, por cierto, siempre lo había negado.

¿Estamos condenados?

condenados

Facebook ha dicho repetidamente que da a los usuarios control total sobre la información que voluntariamente comparten con la plataforma. Y ante cosas como las de las patentes citadas, es de suponer que no se atreverían a implementarlas sin pedir un permiso explícito antes. Es de suponer, insisto.

Pero incluso ante este caso, Facebook es una empresa tramposa. Y no lo digo solo yo, sino también la Unión Europea, que considera que continúa implementando prácticas y tácticas manipuladoras para que el usuario comparta más datos personales en lugar de hacerle considerar su privacidad (por cierto, que piensan lo mismo de Google, pero esto no va sobre ellos). Por lo tanto sí, podrían pedir permiso, pero de manera artera y disimulada para conseguir que les demos a acceso a algo que, expresado de otra forma, jamás se lo daríamos. O tan solo recurriendo al típico «es para mejorar el servicio», y a continuación bloquear una funcionalidad u otra que sí nos sea relevante.

Y ante este panorama ¿qué podemos hacer? Eliminar la cuenta no es una opción para la mayoría, sobre todo porque para muchos es una manera de comunicarse con familiares y amigos y estar al tanto de ellos cómodamente. Y eso sin contar motivos laborales, que muchos casos también los hay.

Y en el caso de la eliminación y mudanza, las dos principales opciones de comunicación hoy día son de la misma empresa: Instagram y WhatsApp. Sí, con estas se están comportando de una forma más cuidadosa que con la plataforma madre, pero también es cierto que Instagram cada vez se está «facebookizando» más.

Pocas opciones nos quedan, en verdad. Y una de ellas pasa precisamente por confiar en Facebook, lo cual cada vez se ve más como pedir mucho, quizá demasiado. Quizá los legisladores empiecen a ponerse más duros y les paren los pies, aunque eso es algo por lo que no pondría la mano en el fuego. O quizá el próximo escándalo empiece a poner un poco de orden, porque el último, la verdad, parece no haber servido de mucho.