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El imparable progreso de la tecnología, especialmente en lo referente a la automatización, ha despertado muchas incógnitas acerca de cómo será el futuro del trabajo. Diferentes organizaciones realizan estudios e investigaciones intentando trazar el perfil del entorno laboral de las próximas décadas y las conclusiones a las que se llegan no parecen muy halagüeñas.

No hace mucho, conocimos el estudio del McKinsey Global Institute (MGI), realizado con la participación de expertos del departamento de Economía de Oxford y el Banco Mundia. En él se afirmaba que la fuerza laboral a nivel mundial experimentará una reducción de su quinta parte allá por el año 2030 por causa de la automatización.

No se trata de una predicción muy estimulante, en especial para trabajadores en ciertos rangos de edades. Sin embargo, resulta bastante orientadora de cara a los más jóvenes, que se encuentran en disposición de elegir el rumbo de su carrera o, por lo menos, de cambiarlo con más facilidad.

Otro estudio interesante fue el realizado por la «comisión Shift para el trabajo, trabajadores y tecnología» («Shift: The Commission on Work, Workers, and Technology»), la cual fue resultado de la asociación de Bloomberg Philanthropies con el grupo de expertos New America.

Esta comisión trabajó durante un año realizando sesiones de planificación de posibles escenarios en cinco ciudades diferente. En ellas participaron más de 100 líderes empresariales, académicos, políticos y tecnológicos. Además, se encuestaron a más de mil trabajadores estadounidenses sobre sus perspectivas y expectativas sobre el mundo laboral.

Fue a partir de esta información que la comisión publicó recientemente un informe con los resultados obtenidos. Sus conclusiones hacen referencia tan solo a Estados Unidos, pero tal y como hemos dicho en más de una ocasión, este tipo de análisis son dignos de tomarse en cuenta debido a la influencia que tiene este país no solo en todo el continente sino también en todo el mundo.

Un futuro cercano lleno de freelances

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Una de las conclusiones que se muestran en el informe es acerca de la capacidad de que dispone el país para adaptarse a los cambios inevitables que se van a producir dentro de la economía. Para conseguir afrontarlos de la mejor manera posible, será necesario contar con un fuerte liderazgo público y privado, además de contar con una planificación adecuada a nivel comunitario acompañada de acciones intencionales dirigidas a gestionar las consecuencias de esos cambios. Este es un elemento que también sería directamente aplicable a otros países del mundo, incluyendo Ecuador.

Otra de las conclusiones fue que es necesario invertir en educación y en programas de «reciclaje» profesional para ayudar a todos los afectados a encontrar nuevos caminos hacia un trabajo estable. Esto es importante pues la estabilidad es uno de los elementos más valorados de un empleo, incluso por encima del dinero. Y con todos los cambios que se nos vienen encima, dicha estabilidad será algo que no abundará precisamente.

La comisión, tomando en cuenta las tendencias actuales, también llegó a la conclusión de que los empleadores a gran escala no serán en el futuro la fuerza laboral central de la economía estadounidense. Según sus estimaciones, para un año tan cercano como 2020, la mayoría de la población activa de EE. UU. será freelance.

Ante una situación como esta, que no queda tan lejos, será necesario establecer un sistema en el que los beneficios del trabajador «viajen» con el individuo, más que estar atados a la relación con una empresa. También será necesario incrementar la eficiencia en la que la mano de obra disponible se conecta con el trabajo disponible, algo para lo que será necesario apalancarse en las nuevas tecnologías.

Además, a medida que la identidad del trabajador cambie, pasando de las compañías para las que trabajan a estar cimentadas en las habilidades y relaciones que tienen, las redes comunitarias irán cobrando una importancia cada vez mayor.

Por último, acompañando a estas conclusiones se encuentra un escenario desolador: el impacto de los cambios en la economía tendrá un impacto desproporcionado sobre los más vulnerables. Esto, a su vez, será el detonante de cambios políticos, creando nuevas alianzas entre las comunidades rurales y las urbanas debido a la necesidad de agruparse para defender un futuro mejor.

¿Será también así en Ecuador?

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Evaluar si estas conclusiones son extrapolables a un país como Ecuador es algo que entra en el terreno de expertos y que se queda fuera del propósito de este artículo. Las correspondencias con Estados Unidos son limitadas y el país del norte tiene singularidades, especialmente a nivel político, que no compartimos por estos pagos y que, a veces, incluso nos son difíciles de comprender.

Recordemos que en el estudio que mencionábamos al principio se decía que las naciones en desarrollo tardarían más en recibir el impacto de la automatización, pero que lo terminarían recibiendo igualmente. Por lo tanto, y aunque las conclusiones de la comisión Shift son de carácter localista, no está de más tomarlas en cuenta en previsión de lo que nos podemos topar en el futuro ya que podría ser muy similar a lo que se prevé para EE. UU. pero dentro de más tiempo.

Una de las ventajas de no estar a la vanguardia económica y hasta social es que, como nación, podemos aprender de los errores de los que están delante de nosotros. Ojalá los líderes políticos, sociales y empresariales tengan la suficiente visión como para tomar datos como estos como referencia de cara a construir el futuro que más apropiado para nuestro país.