Viviendo como vivimos en una era digital prácticamente recién inaugurada, muchos son los términos nuevos que han ido apareciendo en diferentes esferas de nuestra vida, teniendo casi todos ellos unos adjetivos en común que suelen usarse de manera intercambiable: «inteligente» y «digital».

Aunque muchos de ellos son utilizados tan solo con propósitos de marketing, lo cierto es que también sirven para reflejar nuevas realidades y, en algunos casos, propósitos dirigidos a emplear la tecnología para mejorar nuestra calidad de vida personal, profesional y social. Este es el caso de término ciudad digital.

Qué es una ciudad digital

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El término «ciudad digital» es una traducción y adaptación del término en inglés «smart city» y suele usarse como sinónimo de la también traducción «ciudad inteligente». Ahora bien, lo cierto es que la definición exacta de ambos términos, que algunos expertos consideran como diferentes, está en constante revisión y transformación debido a que se trata de un concepto muy reciente. Casi podríamos decir que cuando una ciudad se fija como objetivo caminar en la dirección de ser «digital» o «inteligente», resulta obligatorio que defina qué es lo que entiende como tal.

A pesar de esto, lo cierto es que no pocas organizaciones, instituciones y profesionales se han dedicado a definir con más exactitud este concepto. Por ejemplo, AHCIET, la Asociación Hispanoamericana de Centros de Investigación y Empresas de Telecomunicaciones, en su Manual para el desarrollo de Ciudades Digitales en Iberoamérica, define así el concepto de «ciudad digital»:

«Una ciudad digital es aquella en la que, utilizando los recursos que brindan la infraestructura de telecomunicaciones y de informática existentes, entre ellas la denominada Internet, brinda a sus habitantes un conjunto de servicios digitales a fin de mejorar el nivel de desarrollo humano, económico y cultural de esa comunidad, tanto a nivel individual como colectivo. La infraestructura para brindar estos servicios, las redes telefónicas y la Internet, se llevan a cabo a través de accesos de distinto tipo, instalados en los predios de los usuarios».

Otra definición la encontramos de la mano del Dr. Alejandro Prince, reconocida autoridad en la materia, que en su ponencia en el Foro de Ciudades Digitales realizado en Buenos Aires en mayo de 2006 expuso lo siguiente:

«La ciudad digital se trataría, no sólo del uso intensivo, extensivo y estratégico de las TICs por parte del Gobierno y la AP [Administración Pública], sino y asimismo, de facilitar y difundir el uso intensivo,extensivo y estratégico por parte de todas las organizaciones, empresas y personas de la sociedad sin exclusiones, promoviendo la innovación, las redes y el conocimiento. Estos usos no deben orientarse sólo a buscar la eficiencia, productividad, y transparencia de los actos y relaciones públicas y privadas, sino también a la recreación de la esfera pública y a la construcción de ciudadanía de modo tal que redunde no sólo en una mayor legitimidad de la democracia y el Estado, sino en una mejor gobernabilidad de una sociedad cada día más abierta, horizontal, ascendente y diversa».

Elementos que forman parte de una ciudad digital

Dejando a un lado la imprescindible infraestructura, el núcleo duro de una ciudad digital se encuentra en los servicios que se pueden brindar a los ciudadanos por medio de la tecnología. De nuevo, recurrimos al manual de AHCIET para averiguar en qué consisten dichos servicios:

Consultas y trámites relacionados con el gobierno local: por un lado, se trata de concentrar en un solo lugar virtual toda la información pública del municipio en cuestión. Por otro, habilitar la realización de los trámites locales para que tanto los ciudadanos como los agentes económicos puedan realizarlos a distancia, sin necesidad de acercarse a ninguna dependencia pública. Todo esto enfocado a incrementar la transparencia, reducir la burocracia y agilizar la atención a los habitantes.

Gestión de servicios públicos municipales: comprende todos los aspectos de los servicios que brinde el municipio, con cosas como solicitudes, pagos, atención al ciudadano, etc. Recordemos que al hablar de servicios públicos nos estamos refiriendo a cosas como el suministro eléctrico, el de agua, la recolección de basura, etc.

Educación: dependiendo de las competencias asignadas, hablamos aquí tanto de una conectividad entre instituciones educativas que facilite el seguimiento e integración de los alumnos como de habilitar sistemas de educación a distancia que incluyan aproximaciones especiales para grupos de riesgo y minorías culturales.

Salud: bases de datos e historiales clínicos compartidos entre los centros facilitan la atención al paciente, la cual puede realizarse también a distancia de cara a realizar diagnósticos y conseguir que este aspecto tan importante y delicado para la ciudadanía resulte más cómodo.

Siendo estos quizás los servicios más importantes para los ciudadanos, no hay que dejar de lado que también se deben integrar otros enfocados en la actividad económica, la acción social y la acción cultural. Estos otros servicios también deberían ofrecer atención a distancia, difusión de información relevante y organización y gestión de los programas a ponerse en práctica.

Ser digital: un proceso lleno de desafíos

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Tanto las definiciones que hemos visto, una más concreta y específica y otra más amplia y más allá de lo puramente técnico, como los servicios que parten de ellas y que son la plasmación práctica de lo teórico, implican una serie de desafíos importantes para cualquier ciudad que aspire a convertirse en digital.

Empecemos por decir que, como resulta lógico, es necesario primero diseñar una estrategia macro que permita desarrollar más tarde estrategias a niveles más específicos para que los pasos que sean necesarios se puedan dar con fluidez y eficiencia. La planificación no es algo que deba tomarse a la ligera y requiere su tiempo para que luego el proceso se implemente sin tener que sortear obstáculos innecesarios.

Luego llega el momento de la instalación de las infraestructuras necesarias para que los servicios puedan realizar adecuadamente todos los procesos que requerirán para ser brindados de manera eficaz a los ciudadanos. En este punto no solamente hablamos de que todas las instituciones y organizaciones municipales gocen de una buena conectividad, sino también de que los ciudadanos puedan disponer de ella. Según AHCIET, «el estado debe garantizar la universalización del acceso a Internet, dado que es una condición fundamental para lograr una sociedad más justa, más integrada y más democrática». Este también es un tema complejo con muchas aristas, algunas de ellas inesperadas para los responsables.

Una vez que la infraestructura ha sido habilitada, llega el momento de poner en marcha los servicios. Esto implica mucho más que hacer una página web, porque en la mayoría de los casos es necesario también realizar un proceso de digitalización que requiere de tiempo y, a veces, de cuidados especiales, tal y como ocurrió en el registro de la propiedad de Quito. Además, también hay que cuidar aspectos como la experiencia de usuario en el sitio web para que la atención al ciudadano no se convierta en un suplicio y que se pase de tener que ir de ventanilla en ventanilla a ir de pestaña en pestaña.

Por último, llega el desafío final pero que también es el mayor: la difusión del uso de los servicios y la formación y educación a los ciudadanos para que saquen partido de ellos. Esto exige la implementación no solo de campañas de publicidad sino también de capacitaciones que ayuden a aquellos menos diestros con la tecnología a perderle el miedo a la misma.

Quito afronta los retos digitales

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Como acabamos de ver, pasar de ser una «simple» ciudad a ser una ciudad digital es un proceso complejo que lleva tiempo. Se deben enfrentar una serie de retos que aquí hemos simplificado bastante que exigen una planificación detenida y una ejecución paulatina pero constante.

Quito es uno de esos municipios que están caminando por el sendero digital con determinación al tiempo que lo hacen de manera cuidadosa. El objetivo es estar a la altura de miras de los ciudadanos, cuyas demandas en estos tiempos no solo exigen respuestas eficaces sino también que sean perdurables y sostenibles en el tiempo. Lo digital es tanto punto de partida como destino final, y sus ramificaciones son más extensas de lo que se puede sospechar.

Uno de los pasos más significativos que se han dado fue la modernización del registro de la propiedad, cuyo proceso implicó desmaterializar 10 mil libros físicos con en torno a 2 millones y medio de actas y el desarrollo de un sistema de servicios telemáticos que permite ahorrar tiempo a los ciudadanos en sus trámites, consiguiendo que la inmensa mayoría de ellos e incluso partes de los más complejos consigan realizarse a distancia.

Otro paso importante fue el de la habilitación del trámite en línea de la matriculación de autos exonerados, lo cual permite descongestionar centros de revisión y puntos de atención, consiguiendo que por lo menos 50 mil autos dejen de acudir a dichos centros y logrando que la tramitación resulte más ágil para el ciudadano. Además, se está trabajando para extender este servicio también a los autos no exonerados.

Por último, no hay que dejar de lado la realización en Quito de la conferencia de las Naciones Unidas Hábitat III en octubre de este año. En ella, se trataron entre otros temas la promoción del uso de nuevas formas de energía, urbanización sostenible y seguridad vial, entre otros. El mismo hecho de la celebración de este evento ya impulsa un cambio de mirada que predispone favorablemente a la adopción de nuevas visiones estratégicas que pasan por el uso de las tecnologías de información y comunicación para la óptima implantación y desarrollo de esa ciudad digital a la que Quito aspira en convertirse.