Candado código

Hace unos 10 o 15 años, el uso de software sin licencia era un asunto acerca del que se hablaba constantemente. En muchas ocasiones, arrastrado por el tema general de la «piratería», acerca del cual la industria de los contenidos (música y películas en especial) tenía mucho que decir y no solo que lo decía, sino que se empeñaba en que no dejásemos de escucharlo.

En la actualidad, muchas cosas han cambiado. Sobre todo, gracias al enorme crecimiento de Internet se han implementado nuevos modelos de negocio, que han afectado a la mencionada industria de contenidos y también a la del software. Esto, unido a que ya no se da tanta preeminencia mediática al tema, podría pensarse que ya se ha solucionado. Pero nada más lejos de la realidad, en especial dentro del campo de las aplicaciones.

Según un estudio (PDF) realizado por la BSA (Business Software Alliance), el 37% de los programas informáticos que se descargan en todo el mundo en computadores personales, ya sea para trabajo u hogar, no tienen licencia. Este porcentaje se traduce en que software por valor de $ 46 mil millones es usado sin autorización.

Por regiones, aquellas en las que se usa una mayor cantidad de software sin licencia son Europa central y del este y Asia del Pacífico, con un 57% cada una. Le sigue muy de cerca Oriente Medio y África con un 56% y luego vamos nosotros, Latinoamérica, con un 52%.

Tanto el porcentaje general como aquellos por regiones ha ido descendiendo año a año y parece ser esta una tendencia que no vaya a cambiar. Pero, a pesar de ello, la cantidad que da como perdida sigue siendo bastante significativa. Dependiendo del desarrollador que haya detrás de cada programa, esto puede dificultar mucho su supervivencia. Pero el daño no se reduce tan solo a una cuestión económica, sino que también tiene otras consecuencias.

Dejando a un lado el dinero que no se ingresa ni circula por el mercado, está el riesgo de seguridad que supone. Usar un programa sin licencia muchas veces significa emplear otros programas que hacen las modificaciones necesarias en el sistema o en el software concreto para que pueda funcionar (los famosos «cracks»). Estos, a su vez, pueden servir para introducir malware en el sistema, produciendo graves problemas de seguridad que pueden ser muy caros de resolver.

En el mismo estudio de la BSA se dice que un ataque de malware puede costarle a una empresa una media de $ 2,4 millones y llevarle unos 50 días resolverlo. A esto hay que añadir que usar un software sin licencia significa que no se reciben las actualizaciones necesarias (y en muchos casos imprescindibles), de forma que, además de correr el riesgo de el programa venga con malware, se corre otro adicional: que exista un fallo de seguridad cuya corrección se nos escape y que, en un ataque, cualquier delincuente pueda aprovecharse de él.