Los tiempos en el mundo de las consolas han cambiado. El periodo de tiempo entre modelos parece ir reduciéndose cada vez más a medida que se busca poner en el mercado equipos más potentes. Por ejemplo, no hace mucho que se lanzó la PlayStation 4 Pro, cercana en el tiempo a la nueva versión de la competencia, la Xbox One S. Y si bien ambas no son exactamente nuevas generaciones, sino más bien evoluciones, sí dejan ver el rumbo que llevan las compañías, más si no nos olvidamos del Project Scorpio de Microsoft que vería la luz el año que viene.

A pesar de que aún no se ha entrado en una carrera frenética donde haya nuevos modelos cada año y en el que la distancia entre generaciones sea cada vez más corta, todo apunta a que los usuarios van a ir viendo como sus flamantes modelos se quedan desactualizados en menos tiempo que antes. Esto no le quita el sueño a los gamers de PC, pues una computadora de escritorio tiene la facultad de ser actualizada con relativa facilidad

Ahora bien, ¿y si el futuro de las consolas pasase por poder ampliarlas sin necesidad de comprar equipos completamente nuevos? Es decir, añadirles la capacidad de actualizarse como se puede hacer con los PC: comprando los componentes y añadiéndolos.

Este proceso, que es más simple de lo que parece conociendo las especificaciones necesarias, se ha simplificado aún más con propuestas como la de el Razer Core, una unidad que permite añadir una tarjeta gráfica a una laptop de manera externa, conectándola al equipo por medio de un cable Thunderbolt 3. Lo interesante del Core es que la tecnología empleada podría aplicarse también a las consolas.

Cualquier fabricante de hardware podría añadir con facilidad soporte para el Core. Sony y Microsoft podrían incorporarlo en sus próximos modelos sin muchas complicaciones, facilitando la actualización de la potencia de sus equipos sin que fuese necesario reemplazar toda la consola. Ninguno de los dos gigantes ha mencionado nada acerca de este tema a futuro, pero a nivel técnico la posibilidad está ahí.

El riesgo de los módulos: la fragmentación

Aunque en un principio, las consolas modulares parecerían ser una solución muy práctica, lo cierto es que este concepto no está exento de inconvenientes. Y el principal es el de la fragmentación.

Michael Pachter, analista en Wedbush Securities y presentador del programa online «The Pachter Factor» de la web Siftd.net, declaró a Digital Trends que ve varios problemas en el planteamiento modular dentro del mundo de las consolas. «No tiene sentido lanzar una actualización si solo una parte de la audiencia va a comprarla. Esto crearía diferentes estándares gráficos para los juegos, y diferentes estándares causarían confusión, limitarían el mercado y serían generalmente impopulares entre los desarrolladores».

Estos efectos ya se han dejado ver con las últimas «actualizaciones»; sí, esas evoluciones de las que hablábamos antes, que no llegan a ser una nueva generación pero que sí incorporan novedades. Según señalan en Digital Trends, los gamers están molestos con estas «actualizaciones» pues su presencia causa confusión y hacen sentir a aquellos que tienen los modelos anteriores que sus equipos están obsoletos. Pachter además señala que ante un sistema modular «Los juegos serían (y deberían ser) diseñados para el mínimo común denominador», de manera que las posibilidades de potencia que se añadirían a las consolas terminarían siendo desperdiciadas.

Luego está el tema de los desarrolladores. Ya con la fragmentación existente debido a los nuevos modelos «actualizados», se deja ver el efecto que señala Pachter. Consultado por Digital Trends, Rami Ismail, fundador del estudio independiente Vlambeer, dice que para los desarrolladores no existe ningún beneficio, o si lo hay es mínimo, en desarrollar juegos para estas consolas «actualizadas». Es por ello que, debido a que ya existe un amplio parque de PS4, por ejemplo, los desarrolladores primero pensarán en cumplir las especificaciones de esa consola. Y después, a manera de trabajo adicional y no como objetivo principal, se buscará sacarle partido a las características de la PS4 Pro.

Sin incentivos claros, los desarrolladores no trabajaran en productos para las consolas «actualizadas», lo cual no redunda en beneficio de los fabricantes. Pero si estos presionan a los desarrolladores para que apunten a los nuevos modelos, pueden generar situaciones conflictivas que les resulten contraproducentes.

¿Es el futuro modular?

Teniendo delante los problemas que representarían para los fabricantes las consolas modulares, lo cierto es que la industria no tardará mucho en encontrarse en un dilema considerable: adoptar un sistema de módulos, con todo lo que ello conlleva, o continuar con el ritmo de generaciones clásico, con un periodo de cinco o seis años entre ellas. Pero parecería que ya han empezado a dar pasos hacia la primera opción.

No hace mucho que desde Sony se reveló que el auge del trasvase de usuarios a jugar en el PC fue lo que les inspiró a sacar una PS4 más potente en mitad del ciclo de vida del modelo anterior. Y es que, a medida que los consumidores crecen, disponen de una mayor poder adquisitivo que les lleva a buscar la mejor experiencia posible, algo que facilita el PC enormemente. De ahí que Sony haya pretendido combatir al PC con su PS4 Pro, tal y como ha hecho Xbox. Pero si quieren ganar la guerra, las dos grandes deberían ir pensando en crear un sistema que permita a los dueños de consolas incrementar las potencias de sus equipos de una forma tan sencilla como se hace con los PC. Porque un ritmo de consolas «actualizadas» no parece que vaya a ser muy sustentable a largo plazo.

Ante este panorama, el sistema modular parece ser el curso de acción a seguir, o al menos parece ser el obvio. La tecnología existente ya permite fabricar algo así, por lo que el aspecto técnico ya está solucionado. Pero más allá de eso, sería necesario evaluar con mayor profundidad el impacto que tendrían propuestas de este tipo entre los usuarios, con qué facilidad serían aceptadas y que recorrido posible tendrían. Y luego, por supuesto, ver cómo enfrentar el disgusto de la comunidad de desarrolladores, que no dejan de ser aquellos que consiguen que una consola alcance todo su potencial o que se quede en nada.