La TV 3D está muerta

No hace mucho, parecía que el futuro de la televisión iba a pasar por el 3D. No había fabricante que no ofreciese su propio e impactante modelo y se consideraba que era cuestión de tiempo que todos contásemos en nuestros hogares con televisores con esta funcionalidad. Sin embargo, este globlo ha sido uno de esos que, finalmente, ha terminado por deshincharse junto con las expectativas que se tenía en él.

Y es que se puede considerar que las TV en 3D están oficialmente muertas. El sello de defunción se lo han puesto dos grandes compañías, LG y Sony, que, según informan desde CNET, han decidido dejar de fabricar nuevos modelos durante este año. De esta forma, siguen la tendencia de otros fabricantes que han decidido sacar a la tecnología 3D de su línea de productos. Entre ellos podemos encontrar marcas como Vizio, Sharp y TCL.

Fue en el 2010, poco después del avasallador éxito de la película en 3D «Avatar» que las compañías de televisores pusieron todas sus tropas de ingeniería y marketing a trabajar concienzudamente en esta tecnología. Pero siete años después, parece que sus esfuerzos no han servido de nada: el consumidor simplemente no parece interesado. Según un director de producto de LG le dijo a CNET, «La capacidad 3D nunca fue aceptada universalmente por la industria en el uso doméstico y no se convirtió en un factor clave a la hora de elegir una nueva TV».

Mientras que en su momento parecía que el 3D era el rumbo que iba a seguir la industria, ahora esta ha decidido enfocarse en la resolución (el 4K, el HDR) y las funcionalidades de TV inteligente como elementos que sirvan para convencer a los consumidores de que renueven sus equipos.

Ahora bien, cabe preguntarse cuál fue la razón para que el 3D en las televisiones no triunfase como sí pasó en el cine. En Business Insider lanzan algunas hipótesis. La principal, a mi juicio, es la de la ausencia de contenido. Por ejemplo, DirecTV y ESPN dejaron de transmitir sus canales 3D en 2012 y 2013 respectivamente. Cualquier tecnología relacionada con contenidos necesita… pues eso, contenidos, igual que para que triunfe un sistema operativo es necesario que haya aplicaciones para él.

Otra hipótesis relacionada con los contenidos es el hecho de que el consumo de streaming de películas y series ha ido creciendo con el tiempo. Si lo que ves principalmente es televisión a la carta con servicios como Netflix y no se ofrece desde allí 3D, ¿para que vas a comprarte una televisión que lo incorpore?

Adicionalmente, también hay detalles que no hacían que la experiencia del 3D en televisión fuese muy cómoda. Empecemos por decir que las gafas eran molestas y no facilitaban que la gente dejase de ser consciente de sí misma mientras las usaba, como sí sucede en el cine. Además, en una casa tenemos más distracciones que nos pueden sacar de la experiencia, algo que no sucede en una sala convencional. Y otra cosa en su contra era que los televisores en 3D pueden causar fatiga ocular y necesitan una calibración cuidadosa, por lo que la experiencia podía variar de caso a caso y, probablemente, ser insatisfactoria para muchos.

Un aviso para fabricantes

A pesar del fiasco que ha representado el 3D en televisiones, la industria debe interpretarlo como una advertencia. De vez en cuando, hacen su aparición tecnologías que, por muy prometedoras que suenen y por mucho que se hable de ellas con entusiasmo, no terminan de cuajar entre los consumidores. Las razones del rechazo pueden ser variadas y normalmente no son una sola. Las enumeradas antes tienen que valorarse en su conjunto, no porque una de ellas fuese la única determinante.

Es de esperar entonces, al menos por parte de los fabricantes más cautos y sensatos, que ahora tengan cuidado con otras tecnologías que están haciendo mucho ruido, como la realidad aumentada y la virtual o los wearables. De hecho, ya hemos visto que estos últimos no están pasando por su mejor momento. No se trata de negarse a probar cosas nuevas, sino de no abrazarlas todas como si fuesen «the next big thing». Así se evitan decepciones y, sobre todo, pérdidas económicas debido a productos que terminan acumulando polvo en los almacenes.