Microsoft presumió de cifras a finales del mes pasado; concretamente, cifras de las instalaciones de la última versión de su emblemático sistema operativo, Windows 10: según ellos, ahora está instalado en más de 400 millones de dispositivos activos.

Estos números los compartieron en el primer día de la conferencia Microsoft Ignite. Y son números impresionantes, desde luego, pero es necesario matizarlos, pues los de Redmond no hablan solo de computadoras de escritorio al hablar de «dispositivos activos», que es lo primero que nos puede venir a la cabeza al escuchar ese término.

Para Microsoft, un «dispositivo activo» es cualquier dispositivo sobre el que se corra Windows 10. Esto quiere decir que, además de los PC (de escritorio y laptops), se cuentan las tablets, los teléfonos, las Xbox One y hasta las Hololens. Lo dicho: no dejan de ser números muy altos, pero no solo se refieren a computadoras, aunque la verdad es que es muy posible que el mayor porcentaje de instalaciones estén en este tipo de equipos y en las consolas, dado que en tablets y celulares a Microsoft no le ha ido tan bien como le hubiese gustado.

En Redmond tenían unas aspiraciones muy altas para la última iteración de Windows. En algún momento manifestaron que su objetivo era alcanzar los mil millones de instalaciones para 2018. El objetivo sigue siendo llegar a esa cifra, pero ya a mediados de julio de este año admitieron que eso de conseguirlo en 2018 va a ser algo que no va a suceder.

Estos 400 millones de instalaciones representan un crecimiento de 50 millones en 3 meses, puesto que a finales de junio se cifraban en 350 millones. En mayo, estas eran 300 millones y en marzo, 270 millones.

Sí se puede apreciar una cierta ralentización, pero también es cierto que hay un factor que tener en cuenta: la oferta de actualización gratuita a Windows 10 desde versiones anteriores finalizó precisamente a finales de julio. Considerando esto, la verdad es que el crecimiento constante del sistema operativo resulta bastante digno, aunque quizá no sea espectacular.

Los secretos de su éxito

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Según dijeron desde Microsoft a principios de año, Windows 10 estaba teniendo la trayectoria de crecimiento más rápida de todas las versiones del sistema, superando a Windows 7 en un 140% y a Window 8 en 400%. Además, en junio indicaron que la satisfacción del cliente con esta versión era más alta que con versiones anteriores, aunque no indicaron exactamente como midieron esa satisfacción.

Si damos por buenas tanto las cifras como las apreciaciones de Microsoft (y no habría porque no hacerlo, aunque ya sabemos que en estas cosas las compañías tienden a ser generosas en sus interpretaciones), creo que podemos elucubrar que la clave de su éxito reside en dos partes que están muy relacionadas.

La primera de ellas es la campaña agresiva de actualización que se hizo para pasar de versiones anteriores de Windows a Windows 10. Microsoft fue muy criticada por esto y con razón, pues sus avisos de que cualquier usuario con Windows 8 podía pasar a 10 gratuitamente fueron demasiado insistentes. Incluso parece que hubo casos en los que la actualización se realizó sin autorización, aunque también esto hay que tomarlo con cuidado y no hay certeza absoluta de que haya sido así. Lo que es más posible es que las actualizaciones se realizasen por descuido, no teniendo muy claro lo que se estaba haciendo. Eso me suena más creíble.

En cualquier caso, lo que está claro es que esta agresividad le rindió buenos resultados a la compañía. Pero dejando aparte el excesivo ímpetu con el que impulsaron la actualización, lo cierto es que el hecho de que fuera gratuita ya contribuyó a impulsar la instalación del sistema con más velocidad.

Y la segunda parte del éxito está en Windows 8. Sí, en ese sistema que, aunque no tuvo tantas malas críticas como sufrieron otras versiones como Vista o Millenium (esta última con razón, porque era un desastre), tampoco terminó por ser visto con muy buenos ojos que digamos. Lo que hicieron mejor con Windows 8 fue el precio de lanzamiento: 40 dólares. Por primera vez, Microsoft ponía su sistema a un precio que podía percibirse como justo; o por lo menos, no como desmesurado.

Mucha gente, aunque no tanta como esperaban, se pasó a Windows 8 aprovechando semejante rebaja. Y entre ellos, personas que no habían pagado por un Windows en su vida. Y es que una cosa es pagar ciento y pico de dólares por un sistema operativo y otra no llegar ni siquiera a la mitad. Precisamente entre estos usuarios, que Windows 10 llegase en principio como gratuito, fue gratamente recibido.

Con esto, creo que queda claro que el camino para Microsoft está trazado: se acabaron aquellos tiempos de precios altos para su sistema operativo. Si no quieren que la gente se queden con la versión que tienen en el momento de un nuevo lanzamiento, será necesario que los próximos Windows sean gratuitos, aunque tan solo sea durante un tiempo como ha sucedido con 10. Si no, dudo mucho que este éxito de Windows 10 pueda repetirse.