La presencia de agentes dobles, y a veces hasta triples, está bien documentada y se extiende a lo largo de la historia del espionaje. Algunos de los casos más sonados sucedieron durante la segunda guerra mundial y la guerra fría, ambos periodos de gran tensión internacional (por usar un eufemismo). Y aunque muchas de las prácticas subrepticias para obtener información pasan al día de hoy por el empleo de sofisticados sistemas de software y el aprovechamiento de vulnerabilidades, eso no significa que la práctica de infiltrar agentes entre las filas de una agencia extranjera haya finalizado, ni mucho menos. De hecho, hace poco tuvimos una muestra palmaria de ello.

Kun Shan Chun, un técnico electrónico de 46 años que trabajó durante 19 años en el FBI, se declaró culpable de pasar información sensible acerca de la institución federal a funcionarios del gobierno chino. En la corte federal de Manhattan, a principios de agosto, admitió que lo hizo en varias ocasiones entre 2011 y 2016, violando su autorización de seguridad a cambio de dinero.

La autorización que tenía Chun le permitía acceder a información sensible y, en ocasiones, clasificada como alto secreto. La recibió en 1998, y por entonces no reveló tener lazos con China. Esta parece que comenzó a partir de 2006 y se forjó con un individuo que se describía a sí mismo como un oficial del gobierno chino y con la compañía de tecnología Zhuhai Kolion, con sede en el país asiático y con vínculos con su gobierno.

Para esta última, Chun realizó trabajos de consultoría e investigación, entre los cuales se incluyó recopilar información acerca de tecnología de memorias flash. A cambio, la empresa le pagó en forma de viajes de vacaciones y noches con prostitutas, además de dar dinero a sus padres.

En cuanto a la información de carácter confidencial que pasó al oficial chino, está la identidad de un agente especial del FBI y sus planes de viaje, la estructura interna de la agencia y la tecnología de espionaje que utilizan.

Chun fue atrapado durante una operación que se realizó en 2015. Un agente encubierto del FBI se hizo pasar por un contratista del departamento de defensa y Chun picó en el anzuelo al reclutarle para pasar «información sensible a sus asociados chinos» a cambio de una parte de las ganancias que obtuviese.

El destino final de Chun no lo sabremos hasta el 2 de diciembre, fecha en la que se producirá el juicio. La condena podría llegar a ser de hasta 10 años de cárcel y es por ello por lo que se ha declarado culpable: gracias a su cooperación, es posible que se reduzca a tan solo 2 años. Por el momento, está en libertad bajo fianza.

Como vemos, el avance de la tecnología no hace que todo se limite a aprovechar brechas de seguridad informática para recabar información. Las agencias de inteligencia y empresas privadas vinculadas a gobiernos siguen empleando métodos clásicos que continúan siendo tan efectivos o más que aquellos que recurren a tecnología punta.