No está claro que el pasado 6 de febrero de 2018 vaya a pasar a la historia ya que a veces depende de quién la escriba. Pero lo que sí lo está es que por lo menos se sintió como si fuese a ser así: ese martes, por fin despegó exitosamente el Falcon Heavy de Elon Musk.

Lo hizo desde la histórica plataforma de lanzamiento de la era Apolo en el Centro Espacial Kennedy, en Florida. Desde allí, los tres impulsores reutilizables del cohete elevaron la carga de prueba, el Tesla Roadster personal de Musk, a los cielos tal y como estaba previsto.

El mismo Musk reconoció en algún momento que no las tenía todas consigo: temía que este cohete experimental de 23 pisos de altura explotase con la fuerza de casi 2 millones de libras de TNT. Pero no fue así, así que Musk pudo decir en una conferencia de prensa posterior que «Esa fue probablemente la cosa más emocionante que he visto nunca. Me enseñó que las locuras pueden hacerse realidad. Realmente no pensé que esto funcionaría».

Así es el Falcon Heavy

Como ya explicamos, el Falcon Heavy es la evolución del Falcon 9, el cohete con el que SpaceX abastece a la Estación Espacial Internacional. Está compuesto por 3 núcleos del Falcon 9, los cuales tienen cada uno 9 motores principales que son capaces de proporcionar 22,819 kN de propulsión para despegar.

Tanta potencia permite que el enorme cohete pueda llevar una carga de hasta 63.800 kg. Y es en este aspecto donde reside la importancia del proyecto, porque el éxito de lanzamiento podría alterar la industria aeroespacial tal y como la conocemos. ¿Por qué? Por la relación entre la carga y el peso.

El cohete actual más potente, antes del Falcon Heavy, era el Delta IV Heavy. Su carga útil puede ser de hasta 22.560 kg a un costo de $350 millones aproximadamente. Sin embargo, el cohete de Musk puede mover casi el triple por tan solo $90 millones: mucho menos de la mitad del Delta.

La clave del bajo costo de Falcon Heavy radica en la reutilización de sus aceleradores de 40 metros de altura, cada uno de los cuales cuesta decenas de millones de dólares. Otros impulsores de cohetes que se encuentran actualmente en el mercado son desechados después del lanzamiento.

There’s a starman waiting in the sky…

Starman ha sido el apodo que se le ha dado al Tesla Roadster de Musk que ha sido puesto en el espacio por el Falcon Heavy, en homenaje a la canción homónima de David Bowie. Al volante, hay un maniquí vestido de astronauta.

Aunque en un principio se dijo que Starman quedaría en órbita alrededor de Marte, en realidad pasará de largo hasta ir a parar al cinturón de asteroides. Bueno, eso en realidad si es que consigue sobrevivir al trayecto, algo que los expertos creen que no será posible, o no al menos sin un alto nivel de deterioro.

Sin embargo, no olvidemos que uso del auto como carga ha sido para simular el peso de lo que en futuros lanzamientos podría ser el de satélites, por ejemplo. Eso sí, tiene también una cierta capa simbólica.

Un principio perfecto y final que no lo fue tanto

Aunque, en sí mismo, el despegue ha sido perfecto, la otra parte de la operación ha salido «solo» relativamente bien. Los 3 Falcon 9 debían regresar a tierra para volver a utilizarse, pero solo han conseguido hacerlo 2 de ellos. El tercero y núcleo central no lo logro.

Según explicó Elon Musk posteriormente, el objetivo es que el propulsor aterrizara en una plataforma situada en el mar, pero se quedó sin combustible y no hubo manera de frenarlo para que pudiese tomar tierra en condiciones. Esto hizo que terminase estrellándose contra el mar a una distancia de aproximadamente 100 metros de la plataforma y a una velocidad de 480 km/h.

A pesar de esto, el proyecto del Falcon Heavy ha sido considerado un éxito. Además, desde el principio SpaceX no tenía intención de reutilizar ninguno de los cohetes. Ahora, lo que harán será encontrar un lugar donde conservar los dos que regresaron intactos.

Con todo, el Falcon Heavy es sin duda un punto de quiebre en la historia de la industria aeroespacial. A partir de aquí, seguro que la competencia se pondrá las pilas en busca de sus propias soluciones reutilizables. Y es que si no lo hacen, está claro que SpaceX terminará por llevarse los contratos más jugosos para poner cosas en el espacio. Por lo tanto, hay que reconocerle a Elon Musk que lo ha vuelto a hacer: ha revolucionado una industria.