Ante la llegada a la Casa Blanca de un presidente que se ha manifestado repetidamente como negacionista del cambio climático y que, además, se ha rodeado de afines con las mismas ideas (aunque luego se contradigan), se van alzando voces que rechazan abiertamente esa postura. La última ha sido la de alguien mundialmente conocido: el cofundador de Microsoft convertido en filántropo Bill Gates.

Gates participó junto con el también multimillonario Warren Buffett en una sesión de preguntas y respuestas con los estudiantes de la Universidad de Columbia en New York el pasado viernes, 27 de enero. Y allí no dudó en dar su opinión acerca de las consecuencias de negar e ignorar la existencia del cambio climático.

«Ciertos temas, como el cambio climático, son tan complicados que conseguir un entendimiento amplio es un poco difícil y especialmente lo es cuando las personas usan esa complejidad para crear incertidumbre al respecto» dijo Gates, que además habló de la necesidad de encontrar fuentes de energía que sean confiables, baratas y limpias, señalando que en esa área «las innovaciones serán profundas».

Hay que reconocerle al millonario del software que predica al mismo tiempo que da trigo; es decir, que no se queda solo en las palabras sino que también entra en acciones: en diciembre, Gates anunció que él y un grupo de inversionistas invertirían más de mil millones de dólares en Breakthrough Energy Ventures, un fondo para financiar el desarrollo de energía asequible con el objetivo de reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero.

En otros asuntos, hablando de investigación y ayuda externa, Gates dijo que ignoraba qué es lo que pretende la administración Trump en estos temas, pero aun así dijo que tenía esperanza en el futuro. Entrando más a fondo en el tema de la innovación, manifestó que la inteligencia artificial es para él la nueva frontera en la innovación y que si fuera un estudiante hoy, se dedicaría de nuevo a la informática o la biología.

Y también dijo algo interesante que resultaría muy práctico que fuese escuchado en Ecuador con atención: la necesidad de ser valientes a la hora de correr riesgos para crear cosas nuevas. Al hablar acerca de la disponibilidad de capital de inversión para proyectos arriesgados, señaló que «Eso es algo que otros países han tratado de duplicar y que tienen, en pequeña parte, pero no igual. Esta disposición a correr riesgos; la idea de que si fallas, no es un estigma vergonzoso».